sábado, 17 mayo, 2025

Caudillo Francisco

Está la feligresía católica rebuscando en los textos de Hans Küng, Lord Acton y cualquiera que haya hablado sobre la infalibilidad papal. Sobre herejía, cisma y apostasía también, aunque los menos. La declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Fiducia supplicans ha alterado al apacentado rebaño de Jesucristo, justo cuando se celebra y simboliza su natalicio. ¿Cómo puede actuar contra la doctrina en la bendición de pecadores que están orgullosos de serlo?

Obispos de todo el mundo se han manifestado tanto a favor (especialmente los macarrista estadounidenses y buena parte del episcopado alemán) como en contra (no solo los “tradis”). El ofrecimiento de las bendiciones pastorales que ha propuesto para las parejas irregulares (muy en concreto las del mismo sexo) supone un desafío teológico y doctrinal enorme. Más allá de la cuestión política que existe detrás de todo ello, con la presencia de potentes grupos de presión detrás como ya se contó, la teológica y la eclesiológica no son sencillas de analizar.

Teológicamente es evidente que las bendiciones pastorales han existido siempre y tienen fundamento evangélico. Como hace la declaración, se recuerda la bendición del propio Jesucristo a la mujer adúltera. Bendecir a una persona y no a su pecado era algo que ya existía en el seno de la Iglesia, pero siempre de manera individual y en aras a la conversión o rectificación de la acción o acciones pecaminosas. En la declaración todo el tema del pecado está ausente y han sido los propios obispos en sus cartas apostólicas los que han tenido a bien recordarlo.

Bendecir a una pareja en pecado ¿les acercará a la Iglesia?, ¿corregirán su actitud, que para la Iglesia no ha cambiado?, ¿se acercarán a la Iglesia o será postureo? Todas estas cuestiones no se han resuelto, entre otras cosas porque el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández sigue cantinfleando en sus escritos. Lo mismo dice una cosa que dice otra o ninguna a la vez. Un recurso muy jesuítico para no pillarse los dedos y que cada cual haga de su capa un sayo. Al final, después de llegar casi a la apostasía, que decida cada sacerdote lo que quiere hacer.

El papa Francisco I ha hablado de que con estas bendiciones, que no cambian la doctrina, lo único que se pretende es acercar a más personas a la Iglesia. Ser más misericordiosos. Más caritativos. Más comprensivos con la humanidad. Algo que tienen casi todos los curas, salvo los más asalvajados, claro. No hay ninguno que se niegue a acompañar fidelísimamente a cualquier persona si así lo necesitan. Incluso la confesión, un sacramento olvidado por este papado, y la absolución de los pecados es posible. Siempre y cuando haya verdadera aceptación de lo que supone ser católico en todos los aspectos vitales. Alguno hará la gracia de decir que el clero está lleno de homosexuales pero calla cuando los porcentajes de tíos, padres, abuelos, primos o profesores laicos abusadores es cuatro veces mayor.

El romano pontífice, con su Iglesia en misión o tienda de campaña, está intentando que no se le vacíen las iglesias o los seminarios y agrandar la comunidad de fieles. El problema es que la está llevando a la mundanización. Ya se expresó contra la misa tradicional; a las asociaciones católicas les metió mano (especialmente a Opus Dei, Focolares y Comunión y Liberación); alaba a la Pachamama; convoca un Sínodo de la Sinodalidad donde los laicos son “especialmente” elegidos; cierra seminarios; purga a cardenales y obispos que discrepan de sus posturas, señalando a los discrepantes como rígidos y acostumbrados (él es enamorado, por cierto); y se toma la infalibilidad papal como si todo lo que se le ocurriera a su mente (enferma, de verdad no como insulto) tuviese que ser acogido como doctrina.

Realmente, habiendo asumido a la perfección la escuela sudamericana política, se comporta como un Caudillo. No hay mucha diferencia con el peronismo o con Milei, por ejemplo. Se actúa y se hace lo que él dice. Se resguarda en la infalibilidad papal, pero olvida que no es sino en comunión con el resto de apóstoles (los demás cardenales y obispos) que la organización puede funcionar. Los fieles, después de tanto como ha hablado de incluirlos en las cosas de la Iglesia para evitar el clericalismo, no son nada. Deben acatar, como la curia y el clero, y seguir al sucesor de Pedro.

San Pablo se atrevió a corregir a san Pedro (son conocidas sus disputas) ¿por qué Burke no va a poder hacerlo? Juan Pablo II o Benedicto XVI tuvieron sus críticos y debatieron con lealtad y aceptación (excepto cuando era antidoctrinal, donde se tenía paciencia). El Caudillo argentino, empero, no debate. Si acaso hace como que debate para mantener su posición inamovible (¿de qué han servido las dubia cardenalicias?). No es solo que se haga lo que él quiere sino que se instaura un sistema totalitario, influido supuestamente por el Paráclito, donde al discrepante se le purga, se le excluye, se le oculta.

¿A tanto llega la infalibilidad papal? ¿Dónde dice que para todo tenga la respuesta correcta (especialmente para cuestiones mundanas)? Pese a invocar la democratización de la Iglesia (en el Sínodo de la Sinodalidad), ¿por qué sigue actuando como un monarca absolutista o un caudillo peronista? Aquí es donde la mayoría de fieles y, especialmente, los sacerdotes de toda condición comienzan a cuestionar la infalibilidad papal. Quienes no son católicos y les importa (¿se puede decir mierda?) una higa la Iglesia, todo es bello e incluso disfrutan del hundimiento que está provocando Francisco. Como advirtiera Joseph Ratzinger en su Introducción al cristianismo al final esto llevará a pequeñas comunidades de fieles, como los primeros cristianos, donde volverá a resplandecer la fe y la verdad de manera profunda. Mientras hay que aguantar al caudillo de turno.

Así lleva la casta a la ruina a un país

Hoy, mientras ustedes estén comiendo con familiares y/o amigos para celebrar la Navidad, habrá en algunos lugares del mundo personas que se feliciten como llevan haciendo desde que iban al colegio juntos. Incluso es posible que coman juntos en una gran hacienda a las afueras de Londres y eso que, tan solo hace dos o tres días, estuvieron tomando un jerez en el gobierno británico, en la Cámara de los Comunes o la de los Lores. Es la casta política británica torie que de forma tan magnífica expone Simon Kuper en su libro Amigocracia (Capitán Swing).

Cuando hace unos días la mayoría de las personas se sorprendía al haber sido nombrado ministro de Asuntos Exteriores el ex-premier británico, David Cameron, la realidad es que no era más que pedir a un amigo, a un oxoniense (Universidad de Oxford), a un igual de la clase dominante, que echase una mano. Nada mejor para el primer ministro actual, Rishi Sunak, que alguien de su casi misma estirpe sociológica. Lo mismo que sucedió unas décadas antes y es lo que se cuenta en el libro.

¿Cómo pudo Gran Bretaña llegar al Brexit y a la crisis política que les persigue? ¿Cómo un grupo de incompetentes se pudo hacer con el control del país? En el libro de Kuper están algunas de las claves. Se centra mayormente en las peripecias de Boris Johnson. El más estrambótico e incapaz de todo el grupo de amigos-enemigos. Un tipo que se ha valido de las clases de dialéctica que aprendió en exquisito y elitista Eton tanto para sacar su grado en Oxford como llegar a la cima del poder político británico. No hay nada más detrás, salvo su linaje y sus contactos. Un fiel reflejo de la clase dominante actual. Muy hábil con el lenguaje pero con muy pocos hechos prácticos y positivos en sus mochilas: «La gran inteligencia verbal de Johnson lo había absuelto de tener que desarrollar inteligencia analítica», dice Kuper. Siempre son otros los que les sacan las castañas del fuego.

Un grupo de oxonienses y etonianos se hicieron con el poder político porque, al fin y al cabo pensaban y piensan, estaban destinados a ello. Es lo propio de su clase el mandar, el dirigir, el estar por encima del bien y del mal. «Las reglas y las leyes son para los demás no para las gentes de clase alta» es el pensamiento de estas gentes que controlaron y controlan la política británica.

Johnson, Cameron Jacob Rees-Moog, Jeremy Hunt, Dan Hannan, Michael Gove y tantos otros nombres aparecen durante la narración del libro. Todos ellos han tenido que ver en el desastre de gestión que ha vivido Gran Bretaña. Kuper hace una radiografía excelente de sus carreras desde su llegada a Oxford y cómo ya se veían así mismos como “destinados” al poder. El problema es que el laborismo era tan thatcherista que no tenían posibilidades de hacerse hueco hasta que descubrieron el Brexit.

Cameron tuvo la suerte de enfrentar a lo más arcaico del laborismo y ya avisó que lo suyo sería susto o muerte con el referéndum escocés, El grupo de Oxford, desde las tribunas periodísticas que poseían; desde los grupos de presión financiados por Soros; o por convencimiento propio, acabaron presionando para el referéndum del Brexit. En el mismo, pese a que Cameron pensaba que vencería el no y por eso se relajó, los demás miembros del grupo se lanzaron a la mentira (expusieron que se acabaría la llegada de inmigración y nada más vencer el no se desdijeron, un Sánchez avant la lettre), a las expresiones demagógicas que una buena formación verbal les permitía y… se encontraron con el Brexit en las narices.

Un Brexit que, además, pensaban no sería tan duro como amenazaban desde Bruselas. Y sí, el Brexit fue duro y cortante. Pensaban estos muchachotes que la UE se bajaría los pantalones porque, piensan ellos siendo la clase dominante británica, Gran Bretaña es la madre de todas las cosas. De repente se vieron ante una situación incontrolable y con una grupo de perfectos incapaces al frente. Porque, lo que demuestra Kuper, es que todos ellos son perfectamente incapaces para lo que es la gestión pública.

La sucesión de unos y otros en el cargo de premier no mejoraría las cosas. Muchas risas con Johnson pero acabó en la calle por pensar que las leyes no aplican a los de su clase. Algo venía cambiando en el mundo y estos tipos ni se habían enterado. Seguían viviendo en su mundo de un Oxford ya desaparecido donde con buenas palabras se sacaban las carreras y se podía ser profesor sin un doctorado detrás. Bastaba un poco de jerez y hacer contactos. Todo esto y mucho más lo encontrarán en el maravilloso libro que les presentamos hoy.

El progreso no es lo que era

Ahora que está de moda ser progresista, antes que otra calificación, no viene mal atender a lo que ha significado la idea de progreso en la historia y hacer una comparación. No es lo que ha hecho Alberto J. Ribes en su reciente libro Luz, terror, esperanza. La idea de progreso (1800-1968). Desde una perspectiva sociológica, aunque sin dejar de mirar a otras ramas del conocimiento, el autor va desentrañando lo que supone la idea de progreso con un freno, por así llamarlo, datado en la revolución social de 1968. Posteriormente a esa fecha entraría en acción la llamada modernidad líquida que nada tiene que ver con la modernidad pesada propia del progreso.

Dice Anthony Giddens en Consecuencias de la modernidad (Alianza Editorial) que en realidad lo que hoy vivimos no es postmoderno, líquido o como quieran llamarlo sino una aceleración del tiempo propio de la modernidad. La modernidad en su eje temporal se ha ido acelerando por lo que el cambio social, tecnológico (acumulación de conocimientos) y político acaba siendo presa de ello. Ribes en su texto, al contrario que Giddens, no acelera el análisis sino que se detiene minuciosamente en desentrañar lo que ha supuesto el progreso como idea ilustrada.

El sueño del progreso fue «que el poder se tornara democrático y plural; atentaba, pues, contra el orden establecido y prometía modificarlo todo para siempre, y soñaba con un futuro esperanzador, justo libre, pleno de solidaridad y de responsabilidad hacia los otros». Por el camino, como es evidente algo salió mal. En primer lugar, algo que es evidente en estos tiempos, es la fetichización del progreso. Ese pensar que con invocar la palabra ya valía, mientras la actitud crítica propia del mismo se iba desvaneciendo, a la par que vida digna y feliz que se prometía no aparece por ningún sitio.

Los primero problemas del progreso fueron el exceso de presión sobre las personas. Una presión institucional que parecía querer controlar hasta el último milímetro de capacidad humana. Curiosamente tanto Saint Simon como Comte no pretendían eso, pero de su pensamiento sí que se desarrolló algo parecido por otras manos. Entre otras cosas porque el progreso humano, como tal y dejado a su albur, no estaba proveyendo ni mejoras sociales, ni humanas sino todo lo contrario. Estaba claro que no se podía quedar mirando a ver cómo el progreso avanzaba. De aquí resultaron las experiencias socialdemócratas o conservadoras de apoyo social.

Hegel afirmó que la capacidad humana para hacer distinciones es infinita. Así lo han pensado los últimos hijos de la escuela de Frankfurt que están centrados en el hegelianismo de la distinción. Pero lo que Ribes pretende al introducir la heterogeneidad es comprobar cómo la tensión con la homogeneidad propicia una serie de nuevas vías, las cuales acaban en el exterminio de los otros. La homogeneidad, bien dice, es «un constructo humano». No existe en sí. Los distintos grupos sociales aparecen desaparecen o se modifican pero siempre en la heterogeneidad. Una heterogeneidad que tampoco hay que reificar. El daño moderno fue que lo homogéneo/heterogéneo acabó en el terror irracional.

Paradójicamente el progreso que se presentaba como el campeón de lo racional, la posibilidad de que la mente humana y los datos recopilados sirviesen para la mejora constante de la vida de los seres, acabó en lo más irracional. Como recuerda el autor, ya los análisis de la primera escuela frankfurtiana iban por ese camino de asombrarse de lo irracional que podía llegar a ser la razón instrumental. Por tanto, advierte Ribes, el progreso no ha sido lo prometido pero cabe lugar a un rayo de esperanza. Mucho más en estos tiempos emotivistas e irracionales.

Liberarse del tiempo y el espacio es un último reto. Negar la facticidad del futuro conduce, paradójicamente, a «la búsqueda del refugio en entidades mítico-comunitarias basadas en pasados imaginarios, el refugio en la clase social [esto un poco menos], en la identidad, en el Estado-nación o incluso en el pasado premoderno». Sin embargo, moderno o postmoderno, lo que no vienen a decir los hechos es que hay límites, o eso es lo que nos ha dejado la lectura del texto. En un momento dado surgió la reflexión siguiente, ¿no es el fracaso del Concorde o los vuelos espaciales de Elon Musk un aviso sobre los límites de lo moderno? Lo mismo se puede decir sobre la Inteligencia Artificial o los cíborgs.

Ribes permite que se pueda reflexionar sobre lo que sucede en nuestro tiempo, especialmente, porque nos cuenta los bueno y lo malo del progreso como idea. Si se cae en el “absoluto” en pensar que existe alguna perfección humana en la Tierra se acaba mal. El cambio siempre va a estar ahí, es propio de la condición humana y frente a él se alzará lo absoluto. La vida como una película frente a la vida como una fotografía, en hábil metáfora del autor. Una película o una buena novela, de esas que utiliza Ribes para ilustrar, mejor que un tratado sesudo, lo que ha significado el progreso. Una vez lean el texto posiblemente podrán descubrir añagazas y demagogias varias en los casos concretos, pero cabe, junto al autor, esperar algo mejor:

«La única actitud posible ahora […]: desde el escepticismo y la desconfianza; desde la atención constante a los errores cometidos en el pasado; desde la necesidad de asumir que si no se proyecta y realiza entre todos, lo que significa alejarse lo más posible de los líderes carismáticos y de las ideologías dogmáticas y los planteamientos esencialistas, si no se sitúa en primer plano la solidaridad y no se incluye algo que ya es irrenunciable para los individuos actuales […] como es la consideración sagrada de los individuos, si no se incluye, además, que el dolor de los otros es también sagrado, lo más probable es que el proyecto acabe nuevamente en desgracias». Todo ello sabiendo que habrá errores que corregir, pararse y pensar/analizar.

Hablemos sobre quién mato a quién

En la película de Monty Python El rey Arturo y los caballeros de la mesa cuadrada, John Cleese, en su papel de sir Lancelot, pensando que había un princesa secuestrada entra en un castillo provocando una matanza enorme. Una vez pasada la confusión inicial, supuestamente muerto el novio, asesinado el padre de la novia y adoptada ésta, además viendo que podía sacar partido, el señor del Castillo en el Pantano, Michael Palin, expresa «¿para qué vamos a habla de quién mató a quién?». Sin embargo, en el libro que hoy les presentamos sí se habla de quién mató a quién, con profusión de detalles.

El profesor Alejandro Rodríguez de la Peña, historiador medievalista principalmente, vuelve a exponer la violencia humana, o como dice en el texto «la violencia y el sadismo estructurales son ubicuos en la historia humana». El viejo lema de Jean Jacques Rousseau sobre la bondad del ser humano queda pisoteado por los hechos históricos que se presentan en Iniquidad. El nacimiento del Estado y la crueldad social en las primeras civilizaciones (Rialp), recientemente publicado. Un terrible recorrido por la historia premoderna, con un gran detalle en las culturas orientales, donde se muestra que si algo hemos sido los seres humanos es crueles, sádicos y salvajes.

El porqué lo quiere encontrar el autor en la propia naturaleza humana. Cuando en el Antiguo Testamento se cae en el pecado (mitologema de la imperfección humana) y Caín mata a Abel, se está representando lo que eran los seres humanos dejados a su libre albedrío. En estas épocas navideñas, en las que tanto gusta a algunos felicitar el solsticio de invierno, el libro les vendría bien para observar que esa cultura pagana solía, en mano de los druidas (que no son como Panoramix), ofrecían sacrificios humanos a los dioses. Como algo se ha avanzado no cabe pedir a estas gentes que sacrifiquen a algún neonato o una virgen, pero sí que se informen gracias a libros como el de Rodríguez de la Peña.

Durante bastante tiempo los estudios sobre las “sociedades” primitivas se centraban más en aspectos culturales, a día de hoy ya se atreven a historiar las “salvajadas”, nunca mejor dicho, que esas culturas llevaban a cabo. Como también se tienen en cuenta los aspectos más tétricos y totalitarios de otras culturas, supuestamente, más avanzadas. Toda cultura primitiva se basaba, cuenta el autor, en un identitarismo y una totalidad unitaria por lo que el Otro siempre era alguien a evitar o a aniquilar.

Las respuestas sangrientas que cuenta el profesor Rodríguez de la Peña en el libro son la muestra de la negación de esa otredad. Cuando los sumerios aniquilaban y devastaban ciudades; cuando los griegos violaban y asesinaban a mujeres y niños en sus guerras de conquista; cuando el caballo de Atila (muy buena esta parte del libro) no dejaba que creciese la hierba; cuando se echaba sal a los campos… la iniquidad humana estaba patente.

No se puede negar que hemos sido muy salvajes… y en buena medida lo seguimos siendo pero el Estado (y cierto avance cultural) nos lo impiden. En cierto modo tiene razón el autor al afirmar que la civilización lo que hizo fue sofisticar la crueldad. Auschwitz, el Gulag, el genocidio belga en el Congo y tantas otras matanzas son el recuerdo de esa naturaleza humana.

Si ustedes tienen a bien leer el texto que aquí presentamos seguramente sonrían ante ciertas propuestas un tanto extemporáneas que suelen producirse en la sociopolítica española. Cuando refieren la esencialidad nacional a vándalos, alanos y godos, obvian que esos pueblos invasores eran bastante crueles. No sería hasta su adopción del cristianismo cuando comenzaron a pacificarse. Las gentes de aquellos años temía que llegasen estos pueblos o los vikingos pues sabían que serían pasto, en caso de derrota, de una carnicería sin igual en la historia.

Un muy buen libro que, a pesar de parecer bastante pesimista, acaba con cierta esperanza hacia el futuro. Una esperanza condicionada a la extensión de la fuerza del alma, lo que Simone Weil calificó de gracia, nos recuerda el autor. Se necesita de una espiritualidad que vea como algo sagrado al otro, principalmente la sacralidad de la vida humana. Los derechos humanos secularizados no impidieron Auschwitz por eso, dice Rodríguez de la Peña, es necesaria «la compasión para luchar contra la tendencia a la iniquidad en el ser humano».

La Superliga va a quedar como la reforma del Bernabéu

¿Han visto la chapuza de reforma del Santiago Bernabéu? Pues será una obra de arte comparada con lo que va a ser la Superliga. La cuestión previa que ha resuelto el TJUE no ha supuesto nada que no se supiera ya. Al menos que no supieran quienes tienen la amabilidad de leer estas páginas. Se advirtió que se diría que, dentro de los límites de la Unión Europea, se permitiría la creación de la Superliga. Cualquiera podía saberlo pues es cierto que existe un monopolio deportivo. Como se podrían crear ligas alternativas en cada uno de los países de la UE, o Copas, o Superleches. Todo lo que quieran.

En España hubo una “NBA” que se plantó ante la ACB. Se quejó la patronal del baloncesto y la FIBA, pero les advirtieron que no era ilegal. Aquello, sin dinero detrás, fracasó, pero poder se podía. Ahora bien, lo que expresa la cuestión previa afecta a la Unión Europea solamente y para competiciones que nada tengan que ver con las realizadas y gestionadas por FIFA, UEFA y asociados (RFEF y La Liga). No se puede amenazar o sancionar previamente a los equipos que quieran organizar la competición, pero una vez puesta en marcha ¿pueden ser excluidos de las competiciones UEFA? Pues cabe esa posibilidad como recoge el Tribunal En el caso de Gran Bretaña, esencialmente la Premier, no son UE y caen fuera de lo dicho por el TJUE. Además, se está legislando contra campeonatos como la Superliga.

Javier Tebas, con su habitual socarronería, ha dicho que se juega 1.000 cenas a que no habrá Superliga. La prensa nacionalmadridista le ha estado atacando y vilipendiando, pero hasta el momento le ha ganado todos los juicios al ser superior. Algo sabrá del tema. Por si fuera poco ha avanzado que se tomarán las medidas oportunas. ¿Podría dejar fuera de La Liga a Real Madrid y FC Barcelona? Podría pues la sentencia no dice nada en contra y están en una competición UEFA. Seguramente no lo hará porque existen otras cuestiones pero poder podría. Como no lo harán otras competiciones (aunque la Federación Italiana ha avisado que eliminarán del Calcio a quien se apunte).

Todo esto son cosas jurídicas enrevesadas y que, al aficionado de a pie, le importan entre cero y nada. Lo importante es saber con quién cuenta la Superliga para lograr llevarla a cabo. Hasta el momento con los equipos ingleses no (salvo que abandonen la Premier) y son un buen atractivo publicitario allende las fronteras europeas. Con los equipos alemanes parece que tampoco (si no están Bayern, Borusia y Leipzig, poco más hay que rascar). EL PSG dice que no. En España, salvo el Barça de Joan Laporta (¿dónde queda el madridismo sociológico?), ninguno. En Italia el Nápoles y la Juve. En el resto de países igual rascan a alguno. ¿Llegarían a juntar 16 equipos? No.

El invento de que se verá gratis para todo el mundo (mediante una aplicación informática) está bien para captar ingenuos, pero no se lo creen ni ellos, ni nadie con dos dedos de cerebro. ¿va a vender una Superliga Florentino Pérez sin los equipos que más tirón tienen en Europa y fuera de ella? Igual se ha creído de verdad que con el nombre del Real Madrid van a llegar lo millones como el maná del desierto. Y los ejecutivos de fondos de inversión pueden no saber de fútbol, pero imbéciles no son. No van a poner dinero para tener un Clásico permanente.

Mientras Pérez, que está perdiendo facultades de negocio, estaba con su rollo de la Superliga e intentando convencer a Mbappé, el resto de equipos en la ECA se pusieron manos a la obra para mejorar el sistema de ingresos y derechos de televisión. Como buen soberbio que es, en esto supera a Pedro Sánchez, ha debido pensar que todos se postrarían a sus pies al ver la cantidad de millones que dice tener preparados. ¿Dónde están los millones? El fondo CVC le abandonó hace tiempo y parece que solo le queda Morgan Stanley y algún otro. Los equipos UEFA tienen otros fondos con muchísimos millones detrás (arábigos y estadounidenses). Por dinero no va a ser.

Entonces ¿qué va a pasar? Por mucho que la prensa mamadora del régimen hable maravillas (se supone que sus dos equipos son los que se vana forrar y al resto que les den), la realidad es que la Superliga, más allá de lo jurídico, está muerta antes de nacer. ¿Bajo qué reglas se regirán los partidos y quiénes arbitrarán? Porque los árbitros y las reglas sí son FIFA/UEFA y podrían demandarles. ¿Quiénes controlarán la competición de forma imparcial? ¿Alguien se piensa que todos van a ceder el control de algo a un ser tan siniestro como Pérez?

Al igual que el Bernabéu iba a costar 500 millones y ya va por 1.500, lo mismo con la Supercopa. En cuanto Florentino no cuenta con la salvaguarda de jueces o políticos, todas sus operaciones son una verdadera chapuza. Un estadio que no quiere que se fotografíe de noche para que no se le vean las costuras y una Superliga que será gratis porque nadie participará. Faltaría que se atreviesen los poderes públicos y federativos españoles a sancionar cuando toque. Cuando quiera llegar a un acuerdo con UEFA el resto de equipos habrán trincado su parte y llorará Pérez, como llora cuando los árbitros aplican el reglamento. ¡Mira! Ya va a tener la posibilidad de inventarse un reglamento donde siempre salga beneficiado.

La UE corta las alas al Gobierno

¡Ya está aquí! Hace menos de un año se advertía en estas mismas páginas que los hombres de negro de la Unión Europea avisaban al Gobierno español sobre la contención del déficit y el crecimiento de la deuda. Hoy ya han llegado las tijeras a la UE. El Banco Central se ha hartado de imprimir billetes para solventar la crisis de la pandemia y ha llegado al tope. Con una inflación muy alta en todos los países (especialmente en los productos básicos que rondan la media 8%) y una transición ecológica industrial por desarrollar, los recortes se hacen más necesarios que nunca.

España tiene una deuda mayor que hace un año, casi doscientos mil millones más, y esos 1,6 billones de euros deben ser reducidos con urgencia. Así lo han manifestado los ministros de Economía de los países miembros de la UE. Vuelta a las reglas fiscales, reducción del déficit y la deuda para asegurar una estabilidad que anime a los inversores. En España, especialmente, las inversiones productivas estaban congeladas. Ahora falta que el Banco Central comience a bajar los tipos de interés. Es un paquete completo que debe ajustarse en todas sus piezas. Reducir deuda y déficit para bajar tipos, que se estabilice o descienda la inflación y aumentar inversiones que generen realmente mejoras en la producción y la productividad.

¿Cómo afectará esto a las políticas del Gobierno? En principio se acabó el gasto excesivo y de carácter puramente electoralista. Cualquier promesa, que hayan hecho o hagan, que tenga un traslado a los presupuestos será baldía. Pueden prometer doscientos mil millones para sanidad pero no podrán gastarlos. Salvo que los quiten de otro sitio. Sabiendo que hay un gasto constante en la Administración General del Estado de 275 mil millones, lo normal es que se recorte de otros sitios. Lo mismo sucederá con las administraciones autonómicas y locales.

Pedro Sánchez anunció las últimas semanas un nuevo plan de inversiones y de gasto público que queda en papel mojado tras la nueva política de la UE. Cuando Yolanda Díaz se vanagloriaba de aumentar el dinero destinado a las políticas sociales (aumentar, por ejemplo, el dinero para Dependencia) o estaba mintiendo (esto no es de un día àra otro), o no se ha enterado de nada en el Consejo de Ministros. Hay que meter la tijera y bastante. Desde que Sánchez llegó al Gobierno el gasto público ha aumentado en casi 150.000 millones de euros (675 mil millones) y ahora toca bajarlo.

Se acabó disparar con pólvora del rey. Los fondos de la UE seguirán llegando sin contar como deuda o déficit, pero son fondos finalistas, para situaciones concretas y no se pueden destinar a otra cosa. Habrá que reducir la deuda en casi 500.000 millones de euros en los próximos cuatro años. A la par no se podrá gastar más de lo ingresado. Y tampoco se puede aumentar la presión fiscal, como hasta el momento, en la clase media y la clase trabajadora porque ya están ahogadas. Un dilema que obvian desde el Gobierno pero del que informan desde Bruselas.

Cualquier propuesta de gasto público será, en buena medida, mentira, fuegos de artificio, electoralismo… Y esto vale para los supuestos dineros que se quieren mover hacia las comunidades autónomas con partidos secesionistas/independentistas que tienen cogido a Sánchez por las gónadas. Cataluña tiene que reducir su deuda galopante igual que el resto. No. Igual no. Con mayor prontitud pese a que parte de su deuda pase a las cuentas de la administración central. Además, nada de enviar dinero, ni inversiones raras. Esto provocará problemas en el Gobierno central o con las otras comunidades que serán las grandes damnificadas con la pérdida de dineros que, igual, sí son productivo y necesarios.

¿Por qué no pierde apoyos Pedro Sánchez?

La últimas encuestas muestran un alza del PP en detrimento de Vox. Lo normal. Lo que viene siendo preparado por los medios de comunicación y empresarios afines. El problema, para esos medios afines, es que Pedro Sánchez no pierde apoyos. Sigue en sus 120 diputados, arriba-abajo, sin inmutarse. Esto saca de quicio a los “analistas” pues no llegan a entender el porqué de tal situación. Con lo mal que lo está haciendo el presidente del Gobierno ¿cómo es que no le abandonan en el voto?

Aquí vienen las explicaciones tontas y sesudas. Es que están adoctrinados, dicen unos. Es que tiene el control de la mayoría de medios, dicen otros. Es que los españoles son imbéciles, esto lo suelen decir los girauters y demás gañanes. Y no. El problema, tal vez, no esté ahí. Por supuesto que existen personas que son de un partido y no piensan para votar. Los hay del PSOE y del PP. Por tanto, empate. El Gobierno no tiene el control de la mayoría de medios, bien al contrario, lo tiene la derecha. Así que deberían analizar en qué están fallando. Y no, los españoles no son imbéciles. El problema es que al otro lado hay la misma mierda que puede haber en el Gobierno.

Ejemplos. A Sánchez se le critica por el uso y abuso del Falcon. Una buena postura si no fuera porque esos mismos que se escandalizan del gasto callaron cuando el padre de un tal M. Rajoy fue atendido, cuidado y alimentado por servicios sanitarios pagados por todos los españoles. En ese tiempo ni Rubido, ni Inda, ni ningún otro dijo nada. Como tampoco decían el uso y abuso de lo público que hubo en ese mandato, por no remontarse a los tiempos de José María Aznar. Si se ejerce el periodismo o se dice que se es columnista independiente lo normal es señalar la mierda en uno u otro lado. No lo hacen.

Es que Sánchez coloca a gente del PSOE en los cargos públicos. ¡Aaaahhhh, está colonizando el Estado! El PP ha colocado y coloca en sus CCAA y ayuntamientos a premios Nobel. Ya. Sobre los jueces amigos mejor no hablar. En ese momento no hay ni dictadura, ni asalto al Estado. Ni nada. Es más perfecto que el libro de Montesquieu. Ya. Y, por supuesto, todos los cargos del PP son genios y no viven de la política. Ya. Con pensar que los españoles son imbéciles parece que los argumentos que son críticos para unos, no lo son para otros.

En un Estado de partidos al final las organizaciones políticas acaban repartiendo canonjías y prebendas entre los suyos. Incluso los que dicen que van a cambiar todo son los primeros en apuntarse al reparto de lo que les toque. Y da igual que sean hermanos, primos, maridos (como con Esperanza Aguirre) o colegas del instituto. En la izquierda dicen “al menos no gobierna la derecha” y en la derecha “al menos no gobierna la izquierda”. Si son los propios los que están esquilmando está bien.

Todo esto lo comprenden perfectamente los ciudadanos españoles. Por eso es normal que si se tiende más a lo socialdemócrata se vote al PSOE y si es hacia lo liberal al PP. Cuando están muy enfadados se abstienen o votan en blanco. En ocasiones hasta cambian el voto al otro lado por oxigenar la situación. Más allá de la Amnistía, muy mal gestionada la crisis tanto por PP como por Vox, el resto de escándalos que dicen en los medios de comunicación no lo serían si gobernasen los suyos. Por eso ya no les cree nadie y siguen apoyando lo que creen mejor para cada cual. No hay un pensamiento de bien común, entre otras cosas porque los partidos no creen en el bien común.

Así que cuando piensen que “con todo lo que está cayendo” no hay movimientos significativos en los votos, no es por estupidez ciudadana, sino porque saben los otros harían lo mismo. ¡Joder, que lo han hecho! Antes de analizar la situación, cada cual debería analizarse a sí mismo. ¿Es Sánchez un inmoral? Sí. Pero ¿son los otros verdaderos entes puros en lo referente a los valores y la ética? No. No es que los apoyos a Sánchez sean de imbéciles, no, es que tampoco se les anima a votar otra cosa distinta. Y si te sale un Milei (lo primero colocar a la hermana) pues, ya saben, “más vale malo conocido…”.

Post Scriptum. Y no las manifestaciones con el rosario en la mano, colocar al revés los libros y demás tonterías no hacen ni una pizca de daño a Sánchez. En ocasiones hasta lo reafirman. Se ve que los que dicen ser tan listos en ese lado no lo son.

El lobby gay entra con todo en el Vaticano

La última ciudadela donde no habían metido sus zarpas parece a punto de caer. Esa que se creía más resistente al relativismo postmoderno ha abierto las puertas de par en par al lobby gay. El verdadero ariete de la ideología de género (que nada tiene que ver con el feminismo) y virtuoso adalid del progresismo de las élites dominantes. Esto nada tiene que ver con gays y lesbianas sino con un lobby cuyo fundamento es ser brazo armado de la ideología dominante. Si el wokismo, del que comparte proyecto, es el ariete para acabar con la rebeldía de la izquierda (y en parte de la derecha), el lobby gay es la otra parte de lo moral-ideológico.

Ha sucedido que las presiones han dado su fruto abrazadas a melifluos burócratas de la fe que veían perder su chollo, prebendas y canonjías. Como siempre, lo gay acaba acompañado de otra cuestión que parece razonable para infiltrarse. En otras ocasiones ha sido el feminismo-ideología de género, ahora son las uniones civiles o los divorciados vueltos a casar. De las uniones civiles no cabe esperar que quieran bendiciones religiosas pues han tenido la oportunidad de hacerlo por el rito de su profesión de fe. Los divorciados sí pueden plantear dilemas ya que en las sociedades Occidentales no se tiene por qué estar de acuerdo para que se produzca el divorcio. Dicho de otra forma, pueden divorciar a una persona sin quererlo. ¿Qué hacer con este tipo de personas que tienen una profunda fe? En parte en Amoris Laetitia se daba salida a ello. ¿Por qué insistir en la bendición de las parejas por parte del clero católico?

El curioso cómo el papa Francisco siempre critica tanto el exceso de clericalismo como el exceso de mundanidad, pero acaba rebozándose gozoso en el barro de lo mundano. Y cuando son palabras ofrecidas en una charla, o en el avión ante los periodistas, o en su piso de Santa Marta no tienen peso eclesiástico o doctrinal. Como este papa habla mucho, le encanta hablar, parlotear, cuchichear (bien que se mete con las suegras) y mangonear todo lo que puede y más, acaba generando problemas donde no los hay. El problema viene cuando todas las perlas que suelta acaban apareciendo en un documento. Ahí se tensa la infalibilidad papal hasta el extremo de ver en el actual pontífice a un herético.

La Congregación para la Doctrina de la Fe (el antiguo santo Oficio), a través de su prefecto el cardenal “Tucho” Fernández, ha publicado la Declaración Fiducia supplicans respecto a las bendiciones de parejas irregulares y del mismo sexo. Todo ello firmado por el romano pontífice. En la misma se establece que cabe la «posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su status ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio». Y ¿sobre la situación de pecado? Ahora se volverá sobre eso.

Tras dedicar unos cuantos párrafos a un recorrido por la historia de las bendiciones, especialmente en el Antiguo Testamento, y las diferencias entre bendiciones ascendentes o descendentes, llegan a la conclusión de que se podrían bendecir a todas las parejas que quieran si es que quieren acoger la gracia de Dios, si sirve para el kerigma y siempre y cuando no sea en/tras un rito civil o vestidos de fiesta. Vamos, que no parezca que se está “legalizando” lo que en realidad se está admitiendo. Como sucede con el papa Francisco en todo, que no parezca que es lo que realmente es. Un disfraz doctrinal. Una mentira.

Es curioso cómo todas las bendiciones que se ofrecen como muestra de la posibilidad de bendecir o son individuales (a nadie se le niega la bendición individual, salvo que sean patentes sus pecados) o son multitudinarias (cuando Jesús bendijo a los apóstoles antes de reunirse con el padre no era multitud pero se entiende). En ningún caso dicen los textos sobre bendecir parejas que están en pecado según la propia doctrina católica. Es, una vez más, un rodeo lingüístico porque no existen realmente pruebas doctrinales de ello, salvo, tal vez, para los divorciados vueltos a casar (en el Antiguo Testamento). Además, tienen la osadía de utilizar unas palabras de Benedicto XVI sobre el amor de la Iglesia católica para justificarse.

En Alemania y en EEUU, no era difícil sospecharlo, es por donde el lobby gay, el wokismo y la ideología de género han entrado con fuerza. De allí provienen los más públicos impulsos para que la Iglesia católica se convierta al wokismo LGTBI+ y acepte la ideología de género. O lo que es lo mismo se acepte la explotación de las mujeres mediante los vientres de alquiler (al fin y al cabo, si se bendicen parejas del mismo sexo habrá que bendecir la descendencia sin importar el cómo), por ejemplo. En realidad lo que se pretende es disolver el último bastión ideológico fuerte de Occidente. Una vez destruido el marxismo (esto puso contentos a los católicos), una vez destruido el conservadurismo (hoy liberalismo con adendas identitarias), una vez destruidas las otras confesiones cristianas, sólo queda en pie el catolicismo y hay que acabar con él. Nada mejor que utilizar al lobby gay (un 18% de la población occidental y la mayoría sin profesar fe alguna).

Un lobby que ha podrido todo lo que ha tocado. Se acercaron al feminismo y lo han dejado hecho jirones, entre otras cosas, porque el feminismo era/es un muro contra la explotación del ser humano por otro ser humano. Una vez caigan por la moñería de los niños, se pasará a la venta de órganos o a la construcción de cyberseres. La Iglesia es la otra atalaya que queda por derruir y Francisco, tan woke y con la rabia de que la teología del pueblo no triunfase, les abre las puertas. De momento parece una rendija como para ver quien viene, pero como se ha visto en otros movimientos (las lesbianas han desaparecido del discurso por si no se han dado cuenta) es suficiente para colarse y arramplar con todo.

Como era de suponer la prensa woke-progresista se ha lanzado a celebrar la buena nueva del pontífice. Incluso mintiendo, como hace el titular de El país en X: «Las parejas del mismo sexo, los matrimonios civiles y las uniones de hecho podrán ser bendecidas por la Iglesia. Es más, deberán serlo si lo reclaman. Así lo acaba de autorizar el Vaticano». El texto de la Congregación para la Doctrina de la Fe no dice que se esté en la obligación de hacerlo si lo reclaman, dice: «No se debe tampoco impedir o prohibir la cercanía de la Iglesia a cada situación en la que se pida la ayuda de Dios a través de una simple bendición». El “Tucho” es woke pero no tonto. Se permite hacerlo bajo unas situaciones concretas, como dice el resto del texto, pero no se podrá ir por la calle y parar a un cura para bendecir a cualquier pareja, ni entrar en una Iglesia exigiendo bendiciones. Al igual que para el bautismo, el matrimonio, la confirmación o el orden sacerdotal, el cura tiene ciertas potestades.

También ha habido reacciones por parte del clero. El pater Manuel Góngora, que es un poco tradi, ha afirmado en X: «Primero. A la luz de la Tradición de la Iglesia, el principio de no contradicción y el discernimiento en conciencia como sacerdote de Jesucristo, bendigo a la persona que busca la gracia de Dios y la conversión continua que todos necesitamos por medio de los sacramentos y la Palabra de Dios. Segundo. Conmigo no cuenten para bendecir parejas de personas en estado de pecado mortal. Jamás impartiré pública o privadamente ninguna bendición, que de forma ambigua al carecer explícitamente de ritual (n. 38) pueda dar a entender que se justifiquen situaciones vitales en pecado mortal entre adúlteros o sodomitas practicantes, tal y como explicita el documento. Tercero. La comunión de la Iglesia brota de la fidelidad al depósito de la fe que Cristo confió a los apóstoles. La Tradición viva busca la salvación de las almas, no el compadreo con una sociedad imbuida en la disolución de la familia y la ideología de género. Cuarto. Recemos».

Y así infinitud de curas que dan la razón a monseñor Strickland cuando avisaba de lo que se venía. Lo mismo que venía haciendo el cardenal Burke. Ambos, hoy, purgados y defenestrados con bastante inquina por el ¿herético? pontífice romano. Desde luego es un problema de fe y de doctrina, pero va más allá. La Iglesia católica era un aparato ideológico potentísimo (aunque no les guste esa cercanía con la ideología, lo era) y en cierto modo lo seguía siendo en la actualidad. Más como baluarte de tradiciones que constituyen al ser humano. Su extensión por toda la Tierra no se puede permitir más. Hay que acabar con ella en Occidente para impedir su difusión por otros lares. Es una lucha política en la cual parece que Francisco I está de acuerdo. Más allá de lo doctrinal está lo político y social que es tan importante en este caso.

Como han visto que con el wokismo solamente no valía; que con la ideología de género no bastaba (el feminismo es otra cosa y está más o menos aceptado en la doctrina); han tenido que recurrir a un movimiento englobador de los anteriores: el lobby gay. Y esta vez, movidos por no se sabe bien qué, parece que han hecho mella y están entrando. Las gentes de uniones civiles en realidad no querrían bendiciones, ni cosas por el estilo porque no parece que, salvo la individualidad de cada contrayente, se vean como religiosos. Los divorciados a la fuerza es posible que sí se sientan mal y, tal vez, haya que dar pasos doctrinales en ese sentido. Lo otro, que es lo que llevan pidiendo con insistencia desde varias Conferencias Episcopales, es el caballo de Troya para acabar con el último baluarte cristiano que queda en Europa.

Se abre la temporada de los amargados de la Navidad

Hay personas que apoyan la diversidad cultural. El hijab se puede llevar porque es cultura, no represión de la mujer. Se felicita el Yom Kipur porque hay que ser diversos. Apoyan las batukadas porque son un rebelión cultural descolonial, aunque en Europa eso no tenga significado alguno. Se celebra que se construyan mezquitas. Pero en cuanto llegan las festividades cristianas, ahí ya no hay diversidad, ni nada. Hay que tocar las partes pudendas a los cristianos.

Esta semana se abre la temporada peor, la de todos aquellos que no es que sean laicistas sino anticlericales o anticatólicos. Son los que para hacerse los graciosos felicitan el solsticio de invierno. Ya que comparten esa celebración pagana ¿dónde están sus druidas?, ¿dónde sus sacrificios humanos?, ¿entregan vírgenes o neonatos a algún ente místico? No porque no tienen ni puta idea (perdón por la expresión) cómo se celebraban los solsticios. Ignaros de la cultura pagana tan solo intentan hacerse los graciosos y molestar a aquellas personas que sí celebran la Navidad.

Todos esos seres van a salir esta semana en tromba a intentar amargar a los que quieren disfrutar de la Navidad, de forma material en muchas ocasiones, o de forma espiritual en algunas menos. La celebración del nacimiento de Jesús no debería molestar a nadie. Se ganan unos días de vacaciones, si se es ateo o agnóstico, lo que nunca viene mal. A veces, incluso, se reúnen familias que, por diversas circunstancias, están lejos unos de otros. Los comercios tienen unos buenos ingresos que de otra forma no tendrían por aquello de las celebraciones. En términos no espirituales no está mal la cosa. Si se añade que los políticos se van de vacaciones hasta casi finales de enero, normal que haya celebración.

Sin embargo ahí están, persisten en el empeño año tras año por no se sabe bien qué necesidad interior. Lo normal es que si no le interesa lo religioso a una persona, no se pronuncie. El problema es cuando alguno hace el ridículo y hasta queda retratado como un ignaro. Es el caso del usuario de X (antes Twitter) @Paco_SerranoA que queriendo criticar al consejero de Educación de la Comunidad de Madrid por su mensaje navideño ha quedado como un ignorante. El consejero ha escrito: «Celebrar la Navidad es recordar el nacimiento de Jesús y su mensaje de amor para todos». ¿No es cierto? Sí, se tenga la fe que se tenga. El usuario citado, sin embargo, se ha sentido mal porque… «El nacimiento de Jesús no es un hecho histórico, no se puede recordar. En todo caso, se puede narrar como historia mitológica cristiana».

Este señor en profesor en algún colegio o instituto madrileño. Igual hasta ha superado alguna oposición. ¿Jesús nunca nació? ¿No existió? Si hay un dato comprobado en toda esta historia es que sí existió por lo que debió nacer. Un ateo puede negar que sea hijo de Dios, negar la divinidad, negar la resurrección, negar todo lo que quiera respecto a la historia y la fe, pero decir que no nació es de tal brutalidad que le acerca a los conspiranoicos actuales. O bien tiene un problema de expresión (siendo profesor es un problema), o bien es uno más de los amargados de la Navidad, en este caso, como en otros, mostrando su ignorancia. Si no lo quiere celebrar que no lo haga, pero mejor callarse y no parecer…

Como este tipo aparecerán más esta semana. Los habrá más cultivados que hablarán de la mitología del Jesús histórico y cómo los apóstoles crearon un mitologema de su jefe de filas. Otros apostarán a que el nacimiento y los signos de ese día en Belén son parte de evangelios apócrifos que se añadirían a los canónicos. Habrá quien recuerde que no se sabe la fecha en que nació Jesús y que es posible que no fuese en estas fechas. Todos son supuestos positivistas que están ahí y se pueden debatir. Lo otro es amargura existencial que quieren extender a los demás. Hay que tener cuidado y evitarlos, todo lo que se pueda. No les hagan caso. Mejor que se queden en su soledad de amargados. No les rebatan. Disfruten estos días como quieran. Según su fe o según su ateísmo. No jodan.

Cuando los soviéticos dejaron con un palmo de narices a EEUU

Prepotencia. Esta simple palabra viene a la mente de muchas personas cuando piensa en los Estados Unidos. Cuando menos en su forma de comportarse frente al resto del mundo. Igual no llegan al exceso del rey de Portugal encarnado por Antonio Ozores en “Cristóbal Colón de oficio descubridor”, pero no andan muy lejos. Y eso es lo que muestra el libro escrito por Stephen Walker, Más allá. La asombrosa historia del primer humano que viajó al espacio (Capitán Swing). Mucha prepotencia, tanta como para que el jefe de prensa de la NASA, advertido por un reportero de la NBC sobre la hazaña soviética, dijera «¡Vete al cuerno! ¡Aquí estamos durmiendo!». Y sí, como se refleja en el texto estaban dormidos.

Con una narración trepidante, adoptada de su trabajo como guionista, Walker va describiendo la carrera espacial entre EEUU y la URSS por ser el primer Estado en llevar un hombre al espacio. Los soviéticos ya les habían ganado por la mano con el lanzamiento del satélite Spunik, pero eso era un “cacharro metálico”, no un ser humano que trascendería, tal y como el progreso prometía, los límites naturales del ser. Yuri Gagarin fue el elegido por parte de la URSS para embarcarse en la misión, un tanto suicida como narra el autor, que le pondría como primer hombre en el espacio.

Mientras, en EEUU, los astronautas elegidos eran tratados como verdaderos héroes. Un mitologema muy de la época que encarnaba al estadounidense medio, ese gran producto de exportación ideológica. Lo que no sabían, ni sospechaban en el Nuevo Mundo es que los soviéticos estaban prestos a ser los primeros y dejar con palmo de narices al resto. Trabajando en secreto, con fracasos peliagudos que asustarían a cualquiera y un Gagarin inconsciente de que podría fallar todo y no volver a la Tierra, la URSS estaba en una carrera contrarreloj por vencer a unos estadounidenses que iban contando abiertamente su futura misión espacial.

Era la lucha entre dos concepciones del mundo; entre un jovenzuelo con muchas ansias de cambio como John F. Kennedy y un ya envejecido Nikita Jrushchov (sería su última victoria antes de ser defenestrado); entre el capitalismo y el comunismo; entre dos potencias nucleares; entre, según cómo se mire, el bien y el mal. Mientras el estadounidense Alan Shepard era portada de periódicos y se vendía como el prototipo ideal, Gagarin estaba escondido en una desconocida guarida donde se estaban ultimando los detalles que le permitirían estar en el espacio durante 108 minutos a 357 kilómetros de altitud para completar una vuelta a la Tierra.

Cuando los soviéticos solventaron el problema de la vuelta de su astronauta, en seguida le mandaron al espacio. Tenían que vencer a los estadounidenses a la par que pillarles desprevenidos. El 12 de abril de 1961, cuando en EEUU estaba previsto el viaje para el 5 de mayo, la nave rusa Vostok salía hacia el exterior del globo terráqueo en total secreto con Gagarin dentro y pudiendo volver a la Tierra (en el libro se detalla el canguelo existente). La prepotencia estadounidense se convirtió en obsesión por ser los primeros en llegar a la Luna por culpa de esta nueva derrota a manos de la URSS.

Gagarin fue elevado a los altares sociales poniendo su nombre en los libros de historia, mientras que a los héroes del otro lado casi nadie los recuerda ya. Tendrían otros héroes, pero esa es otra historia. En esta Walker cuenta con precisión la tensión, los politiqueos y la leyenda del primer ser humano en el espacio.